Conjunto de Interés Cultural, Zona Arqueológica. Decreto BOA/ 9 de noviembre, 2001

Antecedentes

La cuenca del río Guadalopillo estuvo al margen de los intereses de estudiosos y científicos de la arqueología hasta el pasado siglo XX. En principio, las apreciaciones de Pedro Pruneda, en 1902, de Allanegui y de Santiago Vidiella, en 1908, en torno a la localización de Belgida en Berge o en Alcorisa, así como su posible origen griego, suponen una mera especulación erudita sobre el tema, sin ninguna fundamentación arqueológica, y bien poco si la comparamos con los numerosos estudios que se estaban llevando por entonces en otras áreas geográficas colindantes. La primera vez que aparece el nombre de Alcorisa, vinculado a centros importantes de la cultura ibérica, se debe a Pere Bosch Gimpera en 1915. En lo que concierne al Cabezo de La Guardia, Enrique Tejerizo Ayuso, notario de Alcorisa y Sebastián Félez, realizaron unas excavaciones en el yacimiento, así como en otros puntos del valle, en los años previos a la guerra civil de 1936. Cesáreo Gil Atrio, en su publicación de 1954, recoge la información y datos concretos de esta intervención, especulando, asimismo, sobre la existencia de celtíberos en Alcorisa y, aunque duda de la filiación griega que en aquellas fechas muchos estudiosos locales adjudican a diferentes yacimientos importantes, tampoco rechaza esta hipótesis. Realmente, el vacío informativo sobre el valle del río Guadalopillo continuó hasta la década de los años 70, contrastando esto con las numerosas publicaciones que aportaban información sobre las zonas limítrofes.

Llegado el año 1973, Montserrat Martínez González publicó un trabajo en Papeles del Laboratorio de Arqueología, de la Universidad de Valencia, sobre los materiales del cabezo, recogidos por un grupo de alcorisanos en sucesivas prospecciones superficiales y que se guardaban en el antiguo Seminario Menor de Alcorisa. Así, se activó el interés por el yacimiento que se concretó en la campaña de excavación realizada ese mismo año y publicada, en 1976, por Purificación Atrián Jordán y Montserrat Martínez González. En ella se exhumaron los extraordinarios materiales, como el kalathos decorado con motivos vegetales, animales y humanos, que se exponen en el Museo Provincial de Teruel. Posteriormente, se han realizado cuatro campañas más, dos de ellas de urgencia y debidas a la apertura de un gran pozo por el entonces propietario de una finca, así como por la modificación del trazado de la carretera nacional para evitar que ésta afectara, en mayor medida, al yacimiento.

El marco geográfico general

Formando parte de la cuenca del río Guadalope y con una orientación SW-NE, el valle del río Guadalopillo, en cuya parte baja se ubica el Cabezo de La Guardia, ocupa un espacio marginal de la Cuenca Media del Ebro, por donde se comunican las altas tierras del escalón tectónico Montalbán-Ejulve con una zona de la depresión, concretamente del área de Calanda-Alcañiz-Caspe. El perfil de la cuenca se desarrolla desde 1200 a 450 metros de altitud, en pendiente suave, interrumpida por desniveles locales. En la parte baja del valle, y a partir del núcleo urbano de Alcorisa, el paisaje se amplía y el río recibe a su afluente el Alchoza, estableciéndose la comunicación hacia Andorra y las tierras de San Cristóbal de La Mata de los Olmos, donde se ubica otro gran yacimiento arqueológico.

Cuando empieza la Vega, el río discurre por el contacto entre el terciario de la depresión y el anticlinal secundario de Calanda – la Vega es una comba excavada en el mismo- y posee, hacia el W, una ramificación que corresponde a los pagos de La Foya y Valdecuén. Precisamente, estos dos lugares se extienden en la base de la cadena montañosa del Saso, anticlinal que cierra por el S. y el SW y que desciende escalonadamente. En las dos montañas más bajas se encuentran los yacimientos de El Pitarra y el Cabezo de La Guardia. La sierra del Saso y la de la Galga, que cierra por el NE la depresión, configuran, pues, un territorio intensamente poblado en la antigüedad, con pequeñas estaciones arqueológicas, subsidiarias, en el caso de las etapas del Hierro II y Romana, del Cabezo de La Guardia. En la Foya y Valdecuén, una serie de formas geológicas convierten el paisaje en un conjunto complicado: frentes de cuesta, del terciario superior, barras monoclinales, superficies estructurales, chevrons, barrancos de flancos y de fondo plano, es decir, un amplio repertorio que, a escala reducida, requieren una detenida observación para adquirir un esquema claro sobre su estructura. Aquí, en esta zona, se encuentra el punto arqueológico más importante de Alcorisa y del valle del Guadalopillo, rodeado de las depresiones anteriormente citadas que contienen, además, una capa freática rica. Todo ello nos aproxima a la importancia del paraje en los tramos prehistóricos e históricos. Analizando todo lo anterior, nos explicamos el papel que el yacimiento de La Guardia debió de tener como centro organizador del territorio, a partir de la segunda mitad del siglo V y el IV a.C, y punto de control geográfico, con una alta visibilidad sobre la parte baja del valle.

Desde el punto de vista climático y vegetativo, el valle del Guadalopillo es un tramo de transición entre las tierras frías del sur y la aridez existente en el centro de la depresión media del Ebro. En la parte baja, la amplitud térmica abarca entre 19 ó 20 grados C. Las precipitaciones oscilan entre 385 y 450 mm, con un régimen equinoccial y una aridez acusada en verano, sobre todo en el mes de julio. La torrencialidad mediterránea se modera en esta zona, no sobrepasando la lluvia máxima caída en un día los 90 l/m2. Esta situación climática hace que el río Guadalopillo posea un caudal escaso, -0´50 m3/seg en Berge- a lo que colabora la litología calcárea del terreno, que acentúa las filtraciones. La riqueza del agua subterránea en las hoyas permitía que los yacimientos alejados del curso fluvial se nutrieran de balsas y pozos, muchos de ellos actualmente utilizados por los propietarios de fincas y masías

En cuanto a los aspectos edáficos, estamos en el dominio de los entisoles, alternando con aridisoles. A pesar de su posible salinización, debido a la riqueza en Ca++, en el cauce fluvial se posibilita una agricultura productiva, supeditada ésta, por otra parte, a los condicionamientos climáticos de la zona. El carácter de los suelos explica la presencia de especies calcícolas como el olivo y el romero. La combinación de elementos litológicos, topográficos y climáticos han determinado el desarrollo de diferentes comunidades vegetales de las que existen testimonios en el valle, a pesar de las transformaciones introducidas por el hombre a lo largo de la historia. En líneas generales, la aridez determina una facies seca del clímax mediterráneo y del alpino, modificado por elementos particulares, de la naturaleza anteriormente aludida.

En la parte baja del valle, localizamos asociaciones con base en la encina o en la garriga, así como comunidades vegetales de tipo basal: formaciones xerófilas, asociadas a bosques mixtos de carrascas, rebollos, pinos, encinas y matorral. Es, asimismo, la zona en la que se dan cultivos como el viñedo, actualmente casi desaparecido, el olivar y el almendro. También, como ocurre en las cubetas terciarias de Berge, Molinos y el río Alchoza, las asociaciones son variadas: chopo (populus nigra), álamo (populus alba), olmo (ulmus minor) juncos (juncus sp,), entre otros. Junto a las anteriores, es común la existencia de otras plantas arbustivas como el tomillo (thymuys vulgaris), enebro (junniperus communis), romero (rosmarinus officinalis) y aliaga (ulex minor).

Tenemos que referirnos también a la fauna del valle, ya que, en el yacimiento de La Guardia, aparecen numerosos residuos y restos de su presencia. Zorros, conejos, liebres, ratón común, topo, azor, águila perdicera, buitre común, mochuelo, autillo, cuervos, urracas, palomas torcaces – tan representadas en la decoración de las vasijas del yacimiento- , tórtolas, etc. Sin faltar la fauna ripícola, que se ha visto casi desaparecida por los vertidos urbanos y las fases de sequía.

Ubicación y naturaleza del asentamiento

Ubicación: Término municipal de Alcorisa (Teruel). Mapa 1/50.000 del Instituto Geográfico Catastral, hoja nº 494. Carretera desde Alcorisa hacia Alcañiz, (de Alcolea del Pinar a Tarragona), punto kilométrico 356.

En el cerro más bajo de la cadena del Saso, conocido como Cabezo de La Guardia. Junto a él, y separado por el camino, se encuentra el Cabezo Pitarra, vinculado cultural y cronológicamente con el asentamiento de La Guardia.

Altitud: Absoluta, 630 metros; relativa, 30 metros.

Superficie aproximada (difícil de determinar, por la extensión en la base del cabezo, hacia Valdecuén): 15000 m2. Desarrollado por la cumbre amesetada del cabezo y por todas sus laderas. Asimismo, con hábitat en la base y en un área indeterminada, extendida en la zona llana, hacia la partida de Valdecuén.

Puntos de agua: Existen dos puntos de agua cercanos al yacimiento. Uno es la fuente del Pitarra y, otro, la balsa situada al pie de la falda N. del asentamiento.

Situación respecto al entorno: Es un lugar de primer orden, desde el punto de vista estratégico, divisándose toda la depresión de La Foya y Valdecuén, así como el pueblo de Foz Calanda y, al fondo, en un día claro, el nivel de agua del pantano de Calanda, en el río Guadalope. Desde la cumbre del yacimiento, se divisan los montes que rodean al pueblo de Alcorisa y otros, como las Figueruelas y la margen derecha del valle del río, con yacimientos arqueológicos ibéricos (Masada de la Cerrada). También se hace visible, en la Sierra de la Galga, el yacimiento ibérico de Los Artos y el Prado de los Artos.

Acceso al cabezo: Sin dificultad y debidamente señalizado en la carretera, para acceder con vehículos. Al W del cerro discurre el camino denominado de Pitarra, que comunica con la cara W del yacimiento, por donde se encuentra la puerta del acceso vallado.

Estado de conservación: El yacimiento ha sido frecuentemente visitado por buscadores clandestinos y los restos de dos terrazas desaparecieron por la intervención realizada antes de 1936, dejando montones de adobes que el tiempo ha deshecho, y acumulaciones de piedras, procedentes de las paredes derrumbadas.

Geografía física del asentamiento

La cadena del Saso desciende hacia el E. El punto más bajo de la misma corresponde al denominado Cabezo de La Guardia, colindante con El Pitarra, con el cual forma un conjunto. La orografía del yacimiento está configurada por estratos inclinados, resaltándose unos crestones en pico, formados por calizas abundantes, con restos de pequeños fósiles. Éstos se van desprendiendo por la vertiente W. Las vertientes N y E, que se orientan hacia las zonas de la Foya y Valdecuén, respectivamente, presentan un abancalamiento escalonado, con paredes que han sido construidas sobre las antiguas del yacimiento. Aquí se encuentran las capas arqueológicas más potentes del cabezo, por desarrollarse su urbanismo en las sucesivas terrazas. Las vertientes SE y S no poseen terrazas abancaladas, por lo que la pendiente es continua y bastante erosionada. La cumbre presenta un pequeño espacio amesetado. Al pie del cabezo, en su vertiente SE y E, se extiende una superficie que llega hasta una pequeña rambla, donde se encuentra la antigua vía férrea inconclusa y, en la parte E. se interna en el paraje de Vallipuen. Toda esta zona se relaciona con los depósitos de materiales arrastrados por la fuerte erosión del cabezo y con el asentamiento romano.

Investigaciones realizadas

Antes de 1936: Enrique Tejerizo y Sebastián Félez. Excavación de la penúltima terraza de la parte superior. Amontonamientos de adobes deshechos. Los materiales fueron repartidos entre La Iglesuela del Cid (desaparecidos) y una vivienda de Alcorisa (en la postguerra del 1936, según noticias recibidas, fueron machacados y utilizados para la construcción del Camino Hondo).

1973: Purificación Atrián y Montserrat Martínez. Campaña subvencionada por la Diputación Provincial de Teruel.

1980, 1982 y 1983: Montserrat Martínez. Campañas subvencionadas por la Diputación Provincial de Teruel.

1993, M.A. Herrero, M.R. Martínez y R.M. Loscos ( excavaciones de urgencia, por desvío de la carretera nacional). Diputación General de Aragón. Consejería de Educación y Cultura.

Estructuras

Las estructuras del hábitat se desarrollan siguiendo las curvas de nivel del cabezo, visibles en las formaciones de terrazas y en las paredes actuales que se levantan sobre las hiladas de las antiguas. De ahí que la parte más fértil del yacimiento sea la zona en la que éstas pueden mantener sus niveles de depósitos sin erosionar. Esta se corresponde con las ladera NE y E. En el resto, la erosión y la acción del hombre han producido la desaparición y el arrastre de buena parte de los niveles de ocupación y de los materiales correspondientes.

Áreas excavadas:

Distinguimos tres partes: La primera, correspondiente a las dos terrazas más próximas a la cumbre, en la vertiente NE y E, donde se hallan las estructuras exhumadas ibéricas. (Excavación anterior a 1936 y campañas 1973, 1980 y 1982). Los restos de estructuras constructivas aparecen por toda la superficie del cabezo. En la ladera NW aparecen restos de un torreón circular (de éste solamente es visible una forma semicircular por haber desaparecido, al presentarse en cuesta, la otra mitad).

Al citado torreón lo cincha un muro que se desarrolla y cierra el espacio de un grupo de estancias rectangulares, en el sentido de las curvas de nivel de las terrazas de las laderas N y E. Se trata de un ancho muro que lo abraza, junto con dos contrafuertes, y que se asienta sobre la roca excavada, para dar más profundidad a las habitaciones de las viviendas. A una de ellas se accede por una escalera exterior, adosada al muro anteriormente citado. Las habitaciones son de planta rectangular. A lo largo de las terrazas se aprecian otros muros de las mismas características que el anterior, que forman parte de otras habitaciones rectangulares, correspondientes a las viviendas que se escalonan en las vertientes del yacimiento. En una de ellas, se encontró una gran cantidad de pesas de telar –pondus- almacenados, con un variado repertorio de señales, signos, letras, grafitos, estampillados, etc., que denotan la existencia de un telar con alta actividad artesana. También lo indica el elevado número de fusaiolas encontrado.

La técnica constructiva de las viviendas se puede deducir de la existencia de muros de piedra irregular, que constituyen un zócalo, continuado éste con paramentos de adobes de muy buena calidad. En el centro de las estancias se descubrieron los suelos apisonados y piedras que servían de base para fundamentar los postes sustentadores de las techumbres. Los suelos son de tierra apisonada, con el hogar bien delimitado por el cambio de color y de textura del piso.

Una segunda zona excavada, situada en un punto medio-bajo de la vertiente E-SE, correspondiente a la intervención de urgencia, realizada en 1983, en la que aparecieron las diferentes instalaciones y piscinas de unas termas privadas (hipocausta del caldarium y tepidarium, una piscina circular o frigidarium, con tres escaleras, y otra piscina pequeña), correspondiente a una villa agrícola, romana, que se desarrolla en dirección hacia Valdecuén. Del conjunto de la villa citada formaban parte las estructuras que se levantaron por vía de urgencia, debido a la construcción del desvío de la carretera nacional. Se trata de una superficie alargada, con suelos de yeso. Aparecieron restos de estuco de paredes y columnas. En el área más próxima a la zona de las termas, se descubrió un conjunto de cinco tumbas, correspondiente a una necrópolis tardorromana y numerosas conducciones, relacionadas con el sistema de suministro de agua a las instalaciones.

La zona número 3 se sitúa en la parte S del yacimiento, cruzando el camino del Pitarra y bordeándolo. Aparece un muro romano, de argamasa, con una longitud aproximada de 20 metros y 50 cm, de anchura. Sobre él se ha construido una pared posterior y en uno de los puntos se conserva un testigo del lienzo de la primitiva pared. Todo ello de factura romana. La hipótesis que mantenemos es que puede tratarse de la base de una conducción de aguas para las necesidades de las termas de la villa romana del pie SE del yacimiento. El punto de alimentación estaría en la vertiente de la sierra del Saso, donde hemos encontrado puntos con balsas y restos de materiales romanos (por ejemplo, en la conocida como Masía del Boticario).

Cuando la Compañía Telefónica Nacional tuvo necesidad de abrir una zanja en el camino, se notificó la situación al Departamento de Educación y Cultura de la DGA, enviándose a controlar los trabajos a un arqueólogo de la institución. Entonces tuvimos la oportunidad de ver la continuidad del muro, actualmente enterrado y convenientemente protegido, cuando cruza por debajo del camino, para enlazar con el cabezo, hacia la zona de las termas.

Estratigrafía y materiales

El yacimiento presenta cuatro estratos:

I. Nivel superficial, con abundantes materiales cerámicos, transportados por la erosión de la cumbre y de las laderas, elaborados a mano y a torno, fundamentalmente de factura ibérica, de extraordinaria elaboración y cocción. En las laderas y en la base del yacimiento también aparecen materiales romanos, como fragmentos de vasijas comunes o de cocina, pesas de telar, cerámica campaniense A, B y C, así como terra sigillata sudgálica e hispánica y algunos fragmentos pequeños de sigillatas claras. En la parte llana, aparecen abundantes fragmentos de tegulae y ladrillos romanos, pertenecientes a la villa romana del yacimiento.

II. Nivel compuesto de arcillas rojas, tierra marrón claro y con bolsadas de ceniza, que en algunas habitaciones son de gran espesor. La cerámica es abundante y variada. Ibérica, decorada con motivos sencillos –dentados, ondas, roleos, bandas-. Restos de adobes, madera carbonizada de la techumbre de las viviendas, piedras de molino, etc. La variedad de formas y tamaños se intensifica. También son numerosas las vasijas de gran tamaño, tipo dolia, con una gran variedad de bordes, pesas de telar y fusaiolas. En este nivel, en una habitación se encontraron varias figurillas votivas (cabeza de mujer, con tiara, varios caballos), así como cuernos de cérvido, fragmentos de metal, etc. Aparecen también restos de lucernas de disco, tipo Dressel 28; ánforas vinarias, tipo Dressel 1, Lamboglia C y fragmentos de campaniense B y algunos de la variante C. Mazas de mortero, decoradas; morteros a la manera de los romanos y cerámica de paredes finas.

III: Encontramos en este estrato abundantes bolsas de cenizas, relacionadas con los hogares, y fragmentos de restos óseos de animales –pequeños mamíferos, aves, cérvidos, etc.- Se da una presencia de materiales variados: vasijas a mano, de cocina, con perfiles globulares y bordes reentrantes; jarros y craterillas de paredes delgadas, páteras, ollas, platos, tapaderas. Los materiales pintados son kalathoi, jarritas y oinochoes, decorados con roleos, ondas, cenefas y las grandes hojas de yedra. También morteros y manos de mortero de cerámica, decoradas. Destacamos la presencia de kalathoi de gran tamaño, entre los que se encuentra una de las piezas más importantes de la cultura ibérica en esta zona: el khalatos conservado en el Museo Provincial de Teruel, decorado con escenas simbólicas, como el labrador con su arado y dos bueyes – metáfora de la fertilidad-; palomas, caballos con sus jinetes lanceros; hombres realizando la salutatio, jabalíes, perros, hasta una especie de ave rapaz, mirando de frente, y un pez. Todo ello vinculado a una simbología religiosa. Restos de una vasija semejante a ésta se hallaron en el yacimiento de Azaila, según el arqueólogo Juan Cabré.

Tenemos que destacar, en este punto, la coincidencia de formas y de decoración con los materiales del yacimiento alcañizano de Tiro de Cañón, existentes en la Colección de los Escolapios de Alcañiz. Decoración de roleos y hojas de yedra en vasijas tipo crátera que denotan un origen común del taller de alfarería. Esta realidad nos lleva a relacionar las producciones halladas en estos dos yacimientos con los alfares, en fase de excavación y estudio, del Mas de Moreno y de El Olmo y Masada de la Cerrada, todos ellos en la Vega del Guadalopillo.

En cuanto a otros materiales, el yacimiento nos presenta unos fragmentos de sílex, una fíbula zoomorfa de “pato”, así como otra hispánica. Además, entre la cerámica importada, tenemos fragmentos de cerámica precampaniense, forma 42 de Lamboglia, de Campaniense A y B, así como imitaciones locales de la misma, lucernas republicanas, vasijas romanas comunes, de paredes finas, etc. Y entre los materiales metálicos, destacamos la presencia de una hoz de hierro y otros adornos correspondientes a una puerta de madera.

IV: Este nivel lo localizamos, fundamentalmente, en el interior del torreón circular. En él aparece la mayor cantidad de restos óseos, bajo un suelo muy apisonado, y las cerámicas a mano más toscas, grises, con una cocción irregular. En la parte superior del nivel, también tenemos cerámicas a mano, de factura y formas más evolucionadas, con bordes reentrantes y decoraciones incisas en zig-zag y cerámica ibérica, variada en formas, predominantemente globulares, con bordes reentrantes y decoración de bandas.

La anterior secuencia estratigráfica se altera en las áreas de intervención de la ladera media-baja y de la base del cabezo de La Guardia. En ellas se ubican los restos de una villa romana, concretamente las termas privadas y un área que tuvo que exhumarse por la construcción del desvío de la carretera, tal como se ha expuesto anteriormente. Aquí, los materiales cerámicos son escasos, predominando restos de tuberías de cerámica, ladrillos de los hipocausta y pequeños fragmentos de vasijas de paredes delgadas. Sin embargo, lo que abunda son los restos de cenizas muy oscuras, por tratarse de la zona cercana a los hornos de encendido y encontrarse las estructuras sobre los hipocausta para el reparto del aire caliente de las termas.

Los materiales de piedra están presentes en todos los estratos, así como los adobes de buena factura. Aparecen machacadores, piedras alisadas, morteros y piedras de molino circulares y abarquilladas.

Clasificación cultural

Hierro II. Ibérico Pleno. Poblamiento rural, estable.

Hierro II. Ibérico tardío. Poblamiento estable, con pequeñas estaciones agrícolas colindantes, subsidiarias del núcleo central.

Romano tardo-republicano.

Romano Altoimperial.

Romano Bajoimperial.

Valoración y cronología

El yacimiento del Cabezo de La Guardia de Alcorisa se convierte en el centro rector de las comunidades instaladas en la parte baja de la cuenca del río Guadalopillo, ya desde finales del siglo V y principios del IV a. C., tras la crisis y evolución habida a lo largo de la primera centuria. Ésta motivó la desaparición de muchos poblados del valle que en el Bronce Final habían iniciado un proceso de iberización. Todo evolucionó al contacto con las corrientes culturales llegadas desde diferentes puntos, bien fuera mediante el comercio con las áreas costeras mediterráneas o por el traslado de grupos de otras poblaciones, llegados por los pasos pirenaicos. Muchos yacimientos desaparecieron, motivando un proceso reorganizador del territorio. A lo largo de las prospecciones desarrolladas, se ha constatado la existencia en la cuenca del Guadalopillo de núcleos del Bronce Final, en los que aparece un primer nivel de ocupación, casi superficial, con restos de materiales cerámicos a torno, testimonio de un incipiente proceso de iberización que se interrumpió. Entonces, en La Guardia se levanta la planta del torreón, que primeramente pudo no estar vinculado a las viviendas contiguas, como dice P. Moret, y se observa en la forma de construir los contrafuertes y el muro que lo cincha. Esta estructura es parecida a las casas-torre del ibérico antiguo, estudiadas en la actual comarca del Matarraña y áreas colindantes de la provincia de Tarragona.

La continuidad de su hábitat en un tiempo dilatado, como se ha visto en las etapas culturales que recorre y en la cronología tan extensa, es un exponente de la importancia y funcionalidad que La Guardia ejerce y se intensifica en relación con la dependencia administrativa que tendrá del centro más importante de la zona, como es el El Palao, de Alcañiz. Asimismo, la tenemos que relacionar con las numerosas estaciones agrícolas que se asientan en la depresión de La Foya y de Valdecuén, con el desarrollo “industrial” del gran conjunto de alfares de Mas de Moreno, junto al río y las Masadas de la Cerrada y del Pino, vinculados éstos a sus hábitats respectivos, en el término municipal de Foz Calanda. También con el alfar romano, excavado en su día por M.I. de Sus y J. Navarro, y sellado posteriormente, de la Torre del Ciprés, también conocida como la Masía de Don Pompeyo, en el término de Alcorisa. El yacimiento no fue afectado por las destrucciones que se produjeron en numerosos hábitats en los años setenta del siglo I a.C, como ocurrió en la cuenca del Regallo y del Aguas Vivas, por las conocidas guerras sertorianas, iniciando un cambio en el esquema de ocupación del territorio, como así lo justifican los materiales cerámicos y la presencia de la villa romana de la base SE-E del cabezo. Con la villa rústica, La Guardia perdurará en las diferentes etapas romanas, aunque progresivamente caminará hacia una decadencia, como lo testimonian la crisis del siglo III y el que, en el siglo IV, encima de sus instalaciones, aparezcan las tumbas de una necrópolis tardorromana.

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